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Divulgación de psicología orientada a la resolución de problemas.
Este blog trata de emociones, conducta, personalidad y relaciones humanas.
Cada haiku es una condensación respecto a una definición, o a una idea.
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domingo, 17 de marzo de 2013

Haiku 13. de la inestabilidad

Ya hemos visto alguna personalidad anampática, es decir, carente de la capacidad para sintonizar con las emociones ajenas. También hemos dicho que este factor tiene su complementario, la empatía, con mucha mejor prensa y popularidad aunque no es ni mucho menos tan inocua. No se trata de "bueno" o "malo"; la bondad  o la maldad de los factores está en su proporción. Por ejemplo la empatía resulta un grave problema cuando va emparejada con una falta de asertividad, o sea, cuando a menudo digo "sí" pero quiero decir "no". También es problemática (la empatía, digo) si mi personalidad necesita ser atendida por mí mismo (me refiero a la autoimagen y a la autoestima) y esa "vivencia proyectada de las emociones de los demás" me impide atender a mi propia identidad con desahogo.

Entre la empatía y la anampatía


Bueno. Pues entre la empatía y la anampatía habita una personalidad. Vive en el límite, en la frontera entre esos dos escenarios mentales. A esta persona la capacidad de conectar con las emociones de los demás la coloca en una situación de defensa; es emocionalmente inestable y explosiva, sus relaciones y su vida laboral están marcadas por las rupturas o los choques y por las reconciliaciones.

Su vida es un desorden emocional y una montaña rusa. Cuando se queda a solas puede padecer sensaciones de vacío existencial, vital, que le lleva a sufrir vértigos emocionales. Intenta compensarlo con el contacto, la comunicación o el trato con otros. A veces buscará a la persona o las personas más importantes o significadas pero puede ser también que esta ansiedad lleve a una  búsqueda de contacto superficial e incluso anónima.

No es rara  la conducta de riesgo en las relaciones interpersonales y una marcada compulsividad en alguna área de la vida. (Como hemos dicho otras veces las más comunes son la comida, el alcohol, tabaquismo y resto de sustancias psicoactivas, el sexo, las compras y el juego).

También puede ser compulsiva por la vía de la autodestrucción, por ejemplo mediante pequeñas lesiones que reducen su sensación de ansiedad (cortes o quemaduras), o alimentando el sexo de riesgo o el "sexo duro", aunque estos comportamientos son menos frecuentes

Todas estas situaciones son el resultado de una vulnerabilidad extrema  a la ansiedad intensa, Durante los períodos de la vida en los que está sometida a fuerte estrés es susceptible de padecer ausencias mentales e incluso dificultades de coherencia.

El Miedo y la Rabia


El principal  temor de esta personalidad es el rechazo sin posibilidad de defensa, o aún peor, ser ninguneado o descalificado emocionalmente. Es notable su reacción ante el retraso en una cita, por ejemplo, o ante un cambio de planes. En general se siente atacada cuando percibe que no ha sido tenida en cuenta. Esta situación suele acarrear una respuesta emocional de rabia o enfado desenfrenados, y una beligerancia que hace imposible el acuerdo o la reconciliación. Ese estado emocional sólo se frena ante la percepción de "haber devuelto el daño".

Como a menudo la fuente de su ira no cree haber hecho nada tan grave (por haberse retrasado, o por haber adaptado sus planes a una demanda nueva, por ejemplo) se da la circunstancia de que la conciliación es difícil o imposible, es decir, se provoca necesariamente el conflicto y la crisis sin solución de continuidad.

Ahora bien: a diferencia de otros perfiles esta personalidad necesita tener la seguridad de haber obrado cuerdamente, porque con la calma (en unas horas, a veces unos días) llega la revisión del convencimiento. No lo he hecho bien... pero tenía razón. Y necesita de forma urgente que se le reconozca esa razón porque de lo contrario se ve expuesta a "verse a sí misma desequilibrada".

Personalidad Intensa


 Oldham y Morris (1995) describieron una variante de esta personalidad ("personalidad de estilo mercúrico"): procesa la experiencia desde un punto de vista emocional y no desde un punto de vista lógico formal, y es capaz de mostrar sus sentimientos con espontaneidad (a menudo se la considera "demasiado franca") y con creatividad. Socialmente activa, está dispuesta a la experimentación en el ámbito de las relaciones interpersonales y puede explorar diversos roles con sus diferentes sistemas de valores. 

Sus relaciones puntuales, anecdóticas, se convierten inesperadamente en relaciones de alta proximidad, lo que precipita un aumento de la densidad en la relación que atropella los acontecimientos a menudo en un sentido no deseado. Como reclama un nivel de vinculación de la pareja súbitamente alto se suele encontrar ante dos  posibles escenarios: o la pareja entra en el juego de forma natural , lo que pronostica una relación turbia y jalonada de episodios de alta intensidad emocional, o se produce un rechazo de plano que enfría súbitamente la relación y en ocasiones la finaliza. 

Esta necesidad de "fusión" es sin embargo paradójica porque en breve se encontrará reclamando independencia, reclamación que expresará también de forma intensa, en algún caso con episodios de infidelidad o de distancia, consecuencia de la necesidad de compensar una situación de dependencia que, en definitiva, la personalidad ha construido sin ayuda. Puede pasar de la idealización a la devaluación, de las personas (entonces su capacidad de adaptación está dañada) o simplemente de su comportamiento. En cuanto a la búsqueda de sensaciones, si bien es cierto que constituye un peligro asociado a la compulsividad, puede ser también un factor de enriquecimiento personal a través de la multiplicidad de experiencias, siempre y cuando pueda acomodarlas en su propia identidad sin daño. 

La inestabilidad estable


La explosión emocional a la que nos referíamos antes puede ser modulada y la personalidad aprende con el tiempo a modularla, con lo que esas reacciones intensas no tienen porqué ser destructivas. Si presenta un perfil de bajo tono vital  (salvo en los episodios de ira, naturalmente) su trato puede resultar algo más flexible.  Si su estilo es vital o simplemente más activo se manifiestan con más claridad los componentes ansiosos. 

En cuanto a la impulsividad, si la personalidad se complementa con un estilo de personalidad aislada (que veíamos en un haiku anterior) será mucho menos orgánica, menos voluble, pero al mismo tiempo con una fuerte presencia del sentimiento crónico de vacío que puede resultar muy incapacitante. La compulsividad compensa parcialmente el componente destructivo de ese sentimiento pero, como es lógico, su impulso genera otras amenazas. De lo visto con respecto a esta personalidad me quedo con una frase de Schmideberg: su inestabilidad es estable. 

La pareja


En cuanto a sus relaciones de pareja y aunque es difícil echar a andar con una persona de estas características, si la relación supera los primeros pasos y la vinculación afectiva es buena pueden funcionar muy bien y aportar un valor de incondicionalidad en el vínculo emocional que es difícil encontrar en otro tipo de personalidad, si es que hay alguno.

La relación funciona bien cuando se establece un marco emocional y funcional estable, y estas personas pueden enriquecer mucho una relación con una pareja cuidadosa y tolerante que simplemente entienda el proceso. A medio y largo plazo son parejas de valor, enriquecedoras en un flujo de vida que, en el mejor de los casos, jamás será aburrido, ni gris, ni tibio, ni predecible.

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